Mi maleta era gris con las esquinas desgastadas.
Llegaba un tren envejecido, y otro, mas actual. Una noche llegó un tren distinto. Lo supe porque todos los días viajaba. Salte al tren rápido con la mente de un nene. El tren empezó a tomar velocidad, nadie quiso despedir a nadie desde las ventanillas. En el andén no había ya casi gente, y yo cambié mi maleta de mano.
Pensé en los bosques tropicales, en lo intenso que puede llegar a ser un curso, en lo largo que es un verano cuando pasan los años...Volví a cambiar mi maleta de mano y baje del tren. Empezó a llover y yo me fui despacio, arrastraba un poco los pies sobre el asfalto, pero no lloré.
Oriana
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